Mi conversión a la Ortodoxia.
Conocí la Ortodoxia junto a mi esposa Karuz en 1996 en la ciudad de Sofía, Bulgaria, en el tiempo en el que realizaba la Maestría de Canto en la Academia Estatal”Pancho Vladiguerov”.El pueblo búlgaro vivía un renacer de su ortodoxia mientras caían los últimos símbolos de arena del sistema socialista y se debatía el Santo Sínodo Búlgaro entre dos Patriarcas. Este primer acercamiento lo viví a través de las voces que han llevado el canto litúrgico ortodoxo a su “apoteosis”: Boris Christov y Nicola Giuselev, con este último tuve el privilegio de estudiar y conocerle personalmente, y el contemplar la majestuosidad de la Catedral Alexander Nevsky junto al colorido de sus frescos y la solemnidad musical del Coro con los himnos y salmos de compositores rusos y búlgaros. Sin embargo, nuestra conversión a la ortodoxia tendría lugar a escasas dos cuadras de la Catedral en el seno de un pequeño, histórico y hermoso templo bizantino.
Ese bello templo se caracterizaba por la familiaridad de su comunidad y su nombre el de la Patrona de la ciudad, la mártir Santa Sofía,”Sveta Sofia”,allí nos tendió su mano un clérigo casado, el Padre Hristo, quien con sencillez y calido afecto nos crismó y nos otorgó la bendición en el Santo matrimonio. Después vendría el recibimiento de nuestros hijos ante la pila bautismal en presencia de una afectuosa fraternidad entre religiosos, padrinos y las”babichkas” quienes con gran cariño recibían la visita de nuestros pequeños (Igor e Iván).Mientras estudiaba el canto operístico ruso y su profunda espiritualidad, llegaron a mis manos unas partituras de un compañero que cantaba en el Coro de la Iglesia de “Sedmochislenitzi”(Siete Santos) se trataba de un Gospodi Pomilui (Kirie Eleison) de anónimo búlgaro y el Tropario “Salva Señor a tu pueblo” en arreglo coral del compositor búlgaro Dobri Hristov. A partir de ese momento se iniciaba un gran cambio en mi vida.
Tras nuestro regreso a Venezuela sufrimos con inmenso dolor la ausencia de una Iglesia ortodoxa búlgara donde seguir creciendo en la fé y empezó nuestro peregrinar por diversas iglesias nacionales donde sus clérigos fueron muy receptivos pero sus fieles nos tenían a modo de una suerte de extranjeros búlgaros-venezolanos. Esta situación de nacionalidades y realidad multiétnica y cultural nos hizo soñar en una ortodoxia con profundas raíces latinoamericanas. En enero de 2006 vi luz al inicio de mi Ministerio y vocación de servicio al recibir las ordenes de lector y subdiácono y la bendición de ser portador de Skufe, aun siendo subdiácono, como merito a mi vocación y servicio de Cantor. En febrero de 2008 sería ordenado en el Sagrado Orden del Diaconado por Vladyka Chrysostomos, Arzobispo para aquel entonces. Finalmente un sueño hecho realidad y que va rumbo a sus cuatro años: la Misión San Nicolás de Mira bajo el Omophorion de Vladyka Chrysostomos en una visión de Iglesia ortodoxa latinoamericana consolidado en una Metrópolis con sede en Ecuador y dentro del Santo Sínodo Patrístico Griego (GOX).
Padre Elías (Fernando Rivas)
Diácono.
Misión San Nicolas.Venezuela.
“Conversión a través del Icono”
Mi conversión a la Ortodoxia tuvo lugar en Sofía, Bulgaria. Los caminos del Señor son infinitos y quiso Dios llevarnos hasta un país tan lejano del nuestro para mostrarnos un nuevo camino. Esa lejanía ocasionó en mí un gran vacío y mucha soledad. que solo podía ser llenado por la mirada infinita de los iconos de la Catedral Alexander Nevski . Al entrar por vez primera a ese templo se me reveló un mundo que conocía a través de libros, donde el incienso, los cantos, las velas, me invitaban a la oración y la meditación; se convirtió en mi lugar para encontrar Paz y sosiego. Luego en la Iglesia de Santa Sofía, ubicada a dos cuadras de la Catedral, conocimos al Padre Hristo, quien nos abrió las puertas al conocimiento y a los sacramentos de la Fé Ortodoxa.
El arte iconográfico despertaba en mí una gran curiosidad y en mi edificio había un iconográfo que aceptó darme clases, casi en silencio, solo observando, porque él no hablaba español y mi búlgaro se limitaba a monosílabos. Aprendí de él, respeto por una tradición ya que había heredado este conocimiento de su abuelo y su padre, pero también la devoción del pueblo ortodoxo por sus Santos. Al mudarnos de allí, a la Ciudad Estudiantil, fuimos a vivir al edificio de los estudiantes de la Facultad de Canto y Pintura y una vez mas, Dios me ponía al lado de unos excelentes profesores que me enseñaron a buscar la calidad estética del icono; cosa que como académica es muy importante para mí. Comenzamos (siempre en compañía de mi esposo y nuestros pequeños Igor e Iván) a realizar el recorrido por todas las Iglesias y Monasterios que nos fue posible visitar en los Balcanes, Grecia y Turquía. Paralelamente crecía una gran necesidad de entender que querían decir esas imágenes, cosa que me obligó a reencontrarme con la Biblia e investigar en la Teología del icono.
Encontrar la disciplina para la copia rigurosa y no cambiar el modelo, fue un ejercicio para desarrollar mi paciencia y mi sujeción al modelo, que no es otro que Cristo, a aceptar su voluntad; ya no me sentí tan sola porque pintando iconos el tiempo pasaba sin darme cuenta. Cuando los pintamos vamos de la oscuridad a la luz y de igual manera los iconos me mostraron el camino para llegar a Dios a través de la espiritualidad ortodoxa.
Desde nuestro regreso a Venezuela, en 1999, nos acercamos a las distintas iglesias ortodoxas existentes en Caracas porque lamentablemente no había búlgara, pero la barrera idiomática y cultural produjo en mí cansancio ante la aptitud poco receptiva de los grupos étnicos que fuera de su país intentan reafirmar su idiosincrasia y cierran a los nativos las puertas al conocimiento de la Ortodoxia. Como madre de dos niños pequeños, me parecía imprescindible que ellos se acercaran a Dios en una de las lenguas en que aprendieron sus primeras oraciones; reconozco que los sacerdotes de esas iglesias siempre les acogieron con cariño, lo cual mitigaba la aptitud de la comunidad. Pero mi esposo, el Padre Elías, más perseverante que yo y definitivamente llamado a servir a Dios, no soltó nunca mi mano hasta que entendí que el llamado era para mí también. Así que juntos transitamos por este difícil camino, con nuestra Misión San Nicolás de Mira y el Centro Cultural Bizantino donde dicto las clases de Iconografía, evangelizando a través de la imagen, como ocurrió conmigo. Bajo el Omophorion del Metropolita Vladika Chrysostomos, esperamos en Dios, la consolidación de una Iglesia Ortodoxa Latinoamericana, en idioma español, para poder cumplir con el mandato bíblico de predicar el Evangelio y acercar a los venezolanos a la verdadera fe.
Diaconisa Caruz Gruber de Rivas
.Iconógrafa.
Misión San Nicolás de Mira